tomamos las calles de todas las ciudades del mundo.
Como un río que se desborda de su cauce
desbordamos sus arterias, sus venas,
sus encrucijadas, derrochando dignidad.
Mujeres de todas las edades, razas,
religiones, ideologías,
caminamos cogidas de las manos,
con un grito que nos unía:
¡Que viva la lucha de las mujeres!
Llenamos nuestras urbes de pancartas,
aplausos, silbidos y canciones,
haciendo una capa con nuestros delantales.
Paramos por nosotras, por nuestras madres y abuelas,
por todas las antecesoras en esta lucha,
por las que sufrieron y murieron por ella,
sabiéndonos privilegiadas y rindiéndoles
así, nuestro homenaje.
Llenamos nuestras urbes de sonrisas,
sororidad, empoderamiento, emoción,
encuentros, abrazos, pasión.
Y el río violeta alcanzó
hasta las tierras más lejanas del Planeta,
y aullamos juntas, como lobas a la luna.
Anais Robles
caminamos cogidas de las manos,
con un grito que nos unía:
¡Que viva la lucha de las mujeres!
Llenamos nuestras urbes de pancartas,
aplausos, silbidos y canciones,
haciendo una capa con nuestros delantales.
Paramos por nosotras, por nuestras madres y abuelas,
por todas las antecesoras en esta lucha,
por las que sufrieron y murieron por ella,
sabiéndonos privilegiadas y rindiéndoles
así, nuestro homenaje.
Llenamos nuestras urbes de sonrisas,
sororidad, empoderamiento, emoción,
encuentros, abrazos, pasión.
Y el río violeta alcanzó
hasta las tierras más lejanas del Planeta,
y aullamos juntas, como lobas a la luna.
Anais Robles
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