domingo, 13 de mayo de 2018

Homenaje a Benito Pérez Galdos


Las casas guardan en su corazón
el recuerdo de los que allí han vivido,
y si guardamos silencio
podemos oír su llanto por la ausencia
de los que han partido,
de los que ya no están.

Hoy escuché los llantos de tu casa
en el patio que veía tus juegos
y los de tus hermanas;
las visitas que llegaban a sus puertas;
la alegría que visitaba a la familia
con cada con cada nacimiento,
en especial el tuyo por ser el benjamín.

Hoy he recorrido esa casa de tu infancia
y en ella he creído verte apoyado
en el quicio de la puerta:
parecías sonreír mientras te desdibujabas
en las sombras.
Tan cerca y tan lejano a la vez.
Quise tocarte pero no pude,
como tampoco pude tocar
el resto de objetos que te recuerdan.


Te vi cuándo observé tus anteojos,
cuando vi tu cuna que a modo de barca
mecía tus sueños;
te he visto en tu piano,
como queriendo acariciar
una vez más, 
                 -tan solo una vez más-
sus desafinadas teclas.

Te vi a través de las letras de tus cartas,
a través de tus libros,
de tus bastones,
y del retrato que te pintó Sorolla;
te vi sentado junto al pozo,
bajo la palmera q te vio crecer.

Todo ha quedado atrás,
lejano para ti, tan cerca hoy para mi,
en esa ingrata línea divisoria
entre el pasado y el presente,
entre lo efímero y lo que por un instante
nos parece eterno.

Todo ha quedado atrás,
todo menos el mar...
Siempre el mar contigo y en ti.

                          Anais Robles
( Reservados derechos de autora @anarobles)
       

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